A veces, evoco aquellos tiempos
en que tu pasión
daba forma a mi entendimiento.
Diosa,
elevada a los altares
de la lujuria y el amor,
trepaba como una lagartija
por tus mundos secretos.
Me transformaba en leona,
hambrienta, dispuesta a devorar
sin ambages la presa rendida,
que acabaría engulléndome.
Bilocada,
yo en mi, a la vez que en ti,
me entregaba a la perdición
de tus manos, que me llevaron
a remotos gaudeamus.
A veces, pienso
en lo fácil que fue rendir el alma,
y lo difícil que resultó
recoger los pedazos.
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